lunes, 6 de julio de 2009

Leyenda



Dios creó en un principio a Rebis, que era hermafrodita y perfecto, a su imagen y semejanza, y era un ser muy poderoso. Y era idéntico a Dios, porque así lo había creado éste. Pero una vez lo hubo creado no le gustó que hubiese otro ser tan poderoso como él. Así que se arrepintió, y decidió dividir a Rebis en dos sexos: dos seres que, independientemente, eran más débiles que el Rebis original, e imperfectos, pero como contrapartida podían reproducirse y aumentar la especie. Lo hizo porque sabía que dividiéndolo, lo debilitaría. Pero quedó en ellos un recuerdo de su esencia anterior, de su perfección perdida, una reminiscencia de su pasado de esplendor cuando eran el Rebis, y por eso surgió en ellos el deseo de superarse, y por eso el ser humano nunca se queda conforme sino que siempre intenta ir más allá, mejorar, y elevarse.
Cuando Dios se dio cuenta de este deseo de superación, se enfureció contra ellos, porque comprendió que el fin último que buscaban era ser como él (de nuevo), y los expulsó de su morada- el paraíso. Y los condenó a sufrir.
Según esta leyenda, Rebis es el ser que era Adán antes de que a partir de él formase Dios a Eva. Porque cuando todavía no le había sido sacada la "costilla", Adán no era propiamente un hombre, puesto que llevaba en su interior a la mujer. Es la misma historia que cuenta el génesis, pero interpretada de modo que muestra a Dios como egoísta y rencoroso, temeroso del poder de los hombres, cercano a ellos en lugar de lejano y superior, y explica que el ser humano en su afán de superación, puede llegar a superar a Dios.
Al contrario de esta leyenda, la Biblia no indica que Adán fuera hermafrodito, sino un hombre. Tampoco era un ser poderoso a la manera de Dios, sino una criatura inferior, creado a imagen y semejanza de Dios; o sea, reflejando sus cualidades espirituales fundamentales, pero en un grado menor. Las cualidades fundamentales de Dios son: Amor, Justicia, Sabiduría y Poder. El hombre perfecto, antes del pecado, refleja esas cualidades divinas en un grado muchísimo menor que el de la Divinidad. Dios es una persona, en la quinta acepción de ser inteligente. De los seres no espirituales el hombre es el único que puede ser calificado de persona. En la primera acepción persona es sinónimo de hombre. Como Dios es un Espíritu, es invisible. Tanto la palabra hebrea ruach, como la griega pneuma se refieren al espíritu y al viento, pues dan a entender una fuerza invisible, pero cuyos efectos se perciben. Por este motivo la semejanza entre Adán y Dios debe ser en espíritu, o sea, en lo que no se ve. Sin embargo, es notable que la palabra hebrea que se utiliza para nombrar a la mujer significa literalmente "hombre femenino". Esto no significa un apoyo a la condición hermafrodita de Adán sino, posiblemente, un caso análogo a jirafa macho y jirafa hembra.
Otro hecho notable es que la última costilla, de la que el relato bíblico dice que fue sacada Eva, es el único hueso del cuerpo humano que se regenera totalmente si queda un residuo de periostio.
Según dos investigadores de la Universidad Johns Hopkins (Gilbert y Zevit, 2001),[1] , más probablemente no se trató de una costilla de Adán (ya que a los seres humanos actuales no les falta una costilla) sino el hueso báculo del varón, que actualmente se puede encontrar en todas las especies animales, menos en el homo sápiens.


Origen de la leyenda


Los alquimistas pueden ser considerados los científicos de la Edad Media. Buscaban la piedra filosofal, capaz de transformar el hierro en oro, sanar cualquier enfermedad y proporcionar la inmortalidad. Estudiaban también el movimiento de los astros, convencidos de que determinaba el devenir de las vidas particulares y de las naciones, y que era posible leer en él el futuro. Sin embargo, estas ideas pueden verse en contradicción con el cristianismo, que como es bien sabido condenaba cualquier manifestación pagana, por lo que los alquimistas cifraban sus textos escribiendo en un lenguaje ininteligible para quien no fuera alquimista. Los alquimistas mantenían una posición ambigua respecto al cristianismo, y tenían su propia interpretación y leyendas paralelas a la Biblia. El rebis es una de estas leyendas/ídolos/deidades. Puede considerarse un dios pagano o un concepto filosófico.
Rebis aparece en el Tratado de Azoth, de Basilio Valentín, 1659. Proviene del latín res bina, o sea, ‘cosa doble’ o ‘hecho doble’ (así como res non verba significa ‘hechos, no palabras’). Es un símbolo tardío y "cristianizado". Se refiere a la composición de la materia para la Gran Obra, una sustancia doble, unión de una fija y otra volátil.
La alquimia adoptó una simbología "cristiana" ante el poder avasallador de la Iglesia de Roma y para evitar persecuciones. Antiguamente los símbolos alquímicos eran totalmente diferentes (leones, águilas). También la alquimia primitiva era completamente operativa. Con esto se quiere significar que buscaba convertir todas las sustancias viles en oro o plata, especialmente el plomo, y una sustancia que prolongaba la vida. Posteriormente se incluyó la filosofía de que el mismo alquimista mutaba a un estado superior y se asignó un significado espiritual a lo que era la práctica.
En la imagen que precede se observa al ser hermafrodita, pues tiene propiedades duales, y con doble corona, indicando que es la materia que será coronada al final del proceso con las siete coronas. Siempre el príncipe, el rey o la reina simbolizan a la materia prima en estado inicial. Cristo en forma de recién nacido también adopta el mismo simbolismo de materia prima sin procesar, tiene naturaleza real, pero todavía no alcanza su reinado.
La alquimia puede ser considerada una doctrina secreta. El adepto jura por su vida y por su honor no divulgar jamás lo que le es revelado. Por lo tanto, toda descripción seria de la actividad, realizada por una persona realmente empapada del conocimiento preciso será obscura, cargada de símbolos e inaccesible al profano y una explicación suministrada por alguien que no conoce la verdad será falsa o incompleta. Por definición, no podemos acceder a lo secreto, porque dejaría de serlo. Y si ese acceso se logra, no será sin un compromiso previo, con lo que el secreto se mantiene fuera del alcance del vulgo. Un secreto no equivale a ignorancia, es impropio hablar de los secretos del universo, queriendo decir con ello lo que se ignora del mismo, lo que todos desconocen. Un secreto es un conocimiento guardado por unos pocos que no quieren que todos se enteren; si ese secreto está resguardado por una maraña de símbolos y pistas falsas, la única manera de llegar a él es formando parte del selecto grupo y es este último quien se reserva el derecho de admisión. Algunos dicen que solamente once personas llegan al conocimiento cada siglo.
La alquimia o la actividad alquímica de una persona, para decirlo mejor, comienza con una peregrinación. El aspirante debe encontrar las claves y a quien quiera dárselas, a quien lo considere digno de recibir tales honores y altas responsabilidades. La alquimia no se aprende en lugares señalados con carteles o donde se cobre una cuota de admisión. Allí solamente uno se puede informar de todo un simbolismo que no comprenderá de la manera adecuada, pero que puede ser la base de una investigación profunda que lleve a la verdad, si la hay. Por supuesto, ante lo que no es posible conocer cabalmente sin realizar un esfuerzo extraordinario que implica un cambio de vida, siempre existirá la actitud cómoda del escéptico, del racionalista por omisión. Lo que no puedo entender o clasificar, no existe o es una patraña. Refuerzan esta postura la pléyade de oportunistas y timadores que utilizan lo desconocido para vivir sin trabajar.
El REBIS o cualquier otro concepto alquímico no es más que una alegoría, un símbolo. Como en la matemática el símbolo es diferente a lo simbolizado y puede variar en tanto cumpla su función. Los caracteres "1" y "2", no son los números 1 y 2; podrían ser reemplazados por cualquier otra notación conveniente, como "*" y "**", respectivamente. El símbolo no es el concepto ni el objeto en cuestión. Los libros de alquimia se parecen en cierta medida a las tablas de logaritmos o a la guía telefónica, contienen datos útiles para quienes saben cómo usarlas y qué buscar, pero nunca conocimientos fundamentales. Estos se pasan de boca ha oído, previo juramento.


Notas


1- Scott F.Gilbert, y Ziony Zevit: “Congenital human baculum deficiency: The generative bone of Genesis 2:21-23”. American Journal of Medical Genetics, 101 (3): 284-285, 2001.


Referencia bibliográfica


Acerca del significado de Rebis como equivalente de rere y vinculándolo con la materia prima para la Gran Obra, puede consultarse el libro:
Fulcanelli: El misterio de las catedrales. Barcelona: 2003. ISBN 9788497595148.
Su edición original, en francés: París, Omnium Literaire, 1925 y 1929.
Un estudio inicial y general de la alquimia y sus símbolos antiguos y modernos, se halla en:
Hutin, Serge: L’Alchimie, 1951, París, Presses Universitaires de France.
Hay una edición agotada de EUdeBA (Editorial Universitaria de Buenos Aires) del año 1962.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Rebis"

sábado, 4 de julio de 2009


El andrógino es un criatura prodigiosa que posee ambos sexos y es uno de los mitos más antiguos y extendidos, símbolo del amor, el matrimonio y el alma gemela que representa la reunión de los principios masculinos y femeninos. Alude a la superación de la unidad incompleta que sólo se produce cuando se unen el hombre y la mujer, lo que les permite convertirse en un ser completo. Se trata de un mito y de una imagen que aparece en monumentos egipcios, que fue trabajada por Platón y Aristóteles y que también se hace presente (a modo de deidad) entre los chinos y los australianos. En la alquimia, el andrógino se representa como un personaje con dos cabezas que lleva con frecuencia la palabra rebis ("cosa doble").